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Algunos (como los Albertos o las Koplowitz) remiten a otra época de oropel entre el empresariado español. Otros, como Berlusconi o Mittal, al interés del dinero por traspasar fronteras y asentarse en la Península Ibérica. Han obtenido sus derechos a través de la herencia de sus progenitores o bien (en el menor de los casos) o a través del éxito empresarial que supone ver cómo una pequeña empresa familiar se transforma en un gran grupo.
Un ejemplo de ello es Amancio Ortega. Es dueño de la que fue una pequeña firma de confección textil, convertida ahora en la mayor cotizada española por capitalización bursátil. Con un valor en Bolsa de en torno a 100.000 millones, controlar el 64,37% le vale a los Ortega para atesorar acciones por valor de 64.000 millones. Es la familia con una posición mayor en todo el Ibex.
El fundador del emporio textil español retiene poco más del 59% del accionariado. Lo hace en su mayor parte a través de su sociedad patrimonial, Pontegadea. El resto, 9,28% lo ostenta a través de Partler. Su hija Sandra Ortega controla un 5,05%. Heredó la participación de su madre y exmujer de Ortega, Rosalía Mera, que ostenta a través de ROSP Corunna Participaciones Empresariales.
Los Ortega son una de las 19 familias presentes en el accionariado de los 35 integrantes del Ibex. Entre todas retienen un patrimonio que bordea los 100.000 millones de euros (98.500 millones). Les vale para conservar el control sobre un 15% del selectivo, según los registros de la CNMV. Los accionistas deben informar al regulador si su posición supera el 3%. Y, en el caso de que tengan su domicilio en un paraíso fiscal, si controlan más del 1% de las acciones.
En la dirección de la compañía ha desembarcado ya la cuarta generación. Raimon Grifols Roura y Víctor Grifols Deu (tío y sobrino) asumieron el cargo de consejeros delegados en diciembre del año pasado. Sustituyen a Víctor Grifols, aún presidente pero sin funciones ejecutivas.
La familia fundadora controla el 30,79% del capital a través de las sociedades Deria, Scranton y Thortol, que agrupan diversas ramas familiares. En ellas están presentes también otros miembros del consejo ajenos a la familia.
El caso de Grifols ha sido repetido una y otra vez en muchas compañías españolas. Más en el sector de la construcción, donde las familias conservan una posición más o menos relevante en el capital de todas ellas. Empezando por la ACS. Allí el mayor paquete empresarial continúa en manos de dos primos que pertenecieron a la más alta gestión empresarial española: Alberto Cortina y Alberto Cortina Alcocer (popularmente conocidos como Los Albertos).
A través de dos holdings empresariales —Corporación Financiera Alcor e Invermelin Patrimonio— retienen un 17,74%. Les sigue el presidente de la compañía, Florentino Pérez. Controla un 12,51% con una inversión de más de 1.200 millones.
Decir Florentino Pérez en ACS es lo mismo que mencionar a la familia Del Pino en Ferrovial. Esta saga atesora un 35,79% de las acciones de la compañía y buena parte de los asientos en el consejo de administración. En Acciona son los Entrecanales, cuya participación se eleva al 53,9%. Se mantienen como mayores accionistas vía dos sociedades constituidas en Holanda.
La pujanza de las familias en las constructoras contrasta con su declive en la banca, donde las grandes gestoras internacionales son ya sus accionistas de referencia. La excepción es la familia Botín. Jaime Botín es el mayor accionista en Bankinter, donde tiene cerca de un 24%. En Santander la familia controla un 0,9% tras la última ampliación de capital realizada. Dentro de ese porcentaje se incluye el 0,13% de Ana Botín.
Fuera del Ibex quedan algunas de las grandes fortunas de la empresa española. El magnate mexicano Carlos Slim controla un 70,8% de Realia y tiene un 61% de FCC, de la que Esther Koplowitz ostenta un 20%.
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